A partir de su
estancia en París,
su obra se vuelve más onírica, coincidiendo con los puntos del surrealismo e
incorporándose a este movimiento. Miró manifestó su deseo de abandonar los
métodos convencionales de pintura, para poder favorecer una forma de expresión
que fuese contemporánea, y no querer doblegarse a sus exigencias y a su
estética ni siquiera con sus compromisos hacia los surrealistas.